sábado, 7 de mayo de 2016

ANDARES DE UN VASO: musicando un sentimiento, brazos abiertos




La cosa ha ido de la siguiente manera: hoy, cuando mi mujer ha llegado de trabajar al mediodía, me ha encontrado en mi estudio casero ultimando febrilmente el presente single titulado LOS ANDARES DE UN VASO. 

Simplemente me ha preguntado si me parecía sano. 

"Sabes, sólo has de pensar en clave matemática: cuánto tiempo le dedicas a esto, cuánto bebes mientras lo haces (y no es que me moleste, ya lo sabes, I'm just saying), Y TOTAL PARA QUÉ. El cenicero. Mira el cenicero. Porque tú sabes que si vieras esto mismo desde fuera, me darías la razón. El albornoz, ese alborzoz, cariño: pareces un violador en modo piso de protección oficial. Hueles a hongo, y no me vuelvas a decir que "a ti te no te molesta" porque sé que no es verdad. Mírate, mira cómo te rascas todo el tiempo. ¿Sabes que hay gente medicada de por vida por menos de la mitad? SÍ. No. Ahora, súmalo todo. Y bien sabes que me estoy dejando cosas que-tú-ya-sabes. NO. No quiero escucharlo." 

Ha cerrado la puerta de mi estudio casero, haciendo un esfuerzo para no entregarse por completo a las malas maneras que, de forma —presuntamente— natural al tratar con casos como el aquí relatado, suelen brotarle a consecuencia de sus muy engrasados reflejos autodefensivos (vivimos juntos: eso lo entiendo). 

Cuando he podido volver a concentrarme en mi obra, me he dado cuenta que durante nuestra breve —aunque trágicamente implicante— conversación, algunas de las uñas de mi mano izquierda se habían despegado. Sin llegar a caerse, podía notarlas sueltecitas: como guijarros en un acantilado, esperando una brisa mínima para irse cuesta abajo-abajo-abajo. 

Evidentemente, soy lo suficientemente inteligente para saber leer la señal implícita en ello. Lo que pasa es que está en alemán, y no entiendo lo que pone.