miércoles, 26 de diciembre de 2012

VIDAD! FELIZ NA



"Look up for g(o)od!" Ilustración digital, 24x39 cm. 2012.

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1.
No haré la digestión nunca más. Es decir, esto es estructural y estricto, para siempre. Por lo que me planteo si escogí bien el sector de mi condena: de la duda parte la duda que de interrogarte/me se nutre y así durante un rato largo.

He dicho. Nunca más. Voy a mostrarme firme. Incluso con los gases.
La digestión puede olvidarse de mí.
Por lo que os recomiendo: armadme, ya que os seré muy útil.

Pronto -pensad en el proceso que tan bien conocéis- estaré tan sumamente loco y tendré tan poco que perder en esta vida (que se me presentará inexorablemente miserable e irrecuperable) que dará hasta gusto ver con qué poco criterio estropeo los fines de semana de por vida a esos pobres solomillos de padres divorciados.

2.
No haré jamás la digestión, digas lo que digas. Ni antes ni durante ni mucho menos después de todo eso. Disparar NO es cagar: se dejan ir cosas diferentes. Y hoy, que de tanto juicio y silencio legal se me está cortando la última de puro tedio, aquí me quedo esperando. Aquí es donde me dejasteis y por mi parte digo que aparto desde ya el estar mentalmente desnudo.
Y el vientre, sí. El vientre. Todo eso del vientre.
El vientre, si me permitís, está sobrevalorado. Dormir está sobrevalorado. Vivir sin que las infecciones del alma hagan de tu vida la peor cagada de mono que jamás haya visto la luz del sol, eso también: todo sobrevalorado. Pena me da. 

Y qué he de decir. Si tanto te molesta ver cómo me hincho de mi propio cemento, hazme sentir de verdad. Hazlo, eso sí, donde debes; y prepárate para lo que vendrá, una vez liberada la voz del pueblo.


3.
Todo el mundo espera que el poema sea del tipo "y ahora le rompemos el alma a la silla del abuelo y tal". Yo, en esto, veo lo nervioso que se ha puesto el hermano cuando te ha pujado a la alza -haz el favor de tenerlo en cuenta- frente a unos desconsiderados que, al parecer, no suelen leer poesía. Asesinos, gente que disfruta abriendo la carne de los demás. Asuntos de los que ya no se habla en la mesa. Pero no hay forma de echarle el telón a esto, pues ya lo dice muy claramente la canción: "Sobre las piernas / Pepperoni / gorda desagradable / vamos hasta allí como los negros de la serie "Raíces" / no debe saberte mal fenecer / fumar crack y comer sandía es opcional".

Traviesa, traviesa, travieeeesa. Esperas ser tema de poema, una puta al margen de su condición de puta. Tampoco te hemos dado tan fuerte, y ni uno en la cara. Levanta, y a cambio
te versifico
la historia:
que no nos pueda tu hedor
pues tu inmovilidad es falsaria
por eso nadie
va a llamar a nadie.
Nosotros
nos
vamos
ya,
¿vale?


4.
Poco me queda si meto la mano en el saco de lo que me pasó.
Me pasó, meto la mano y pienso "hombre, tampoco te engañes. No esperes tocar algo nuevo, porque todo esto del saco -tan mórbido, cierto- es un todo que ya te pasó."

Porque precisamente me queda poco y ahora -por decir algo- estoy del todo sumido en esto, digo que traigas a esas que conoces. Las traes, mis padres cierran la puerta para siempre, el perro empieza a exhalar gas, los cristales son super-suizos de repente, y para colmo todo esto queda tan absolutamente lejos de cualquier parte y sin norte, ni un poco siquiera. Las traes y lo inútil de mi gesto, el gas. También el perro, pero menos.

Madre, dame mi picha. Hablémosle al mundo de una vez.


5.
De repente, va y es eso: todo empieza a olerte, como si fueras parte del menú. La avalancha muestra unos modales insólitos y tras los barrenos esperan nuevos comensales que, como el eco, prueban de imitar la gracia de un primer golpe.

Están los que humedecen el suelo y los que manchan la pared. Algo se dice y se dice sin rencores, pero de tardío ya no sirve; es más, molesta.
Te huelen, te olfatean como a un coño o como a una mierda fresca. Y quiero pensar que esas caras provienen de su inapetencia. Pero, percátate: date cuenta de que hay quien siempre se reserva para los postres.


6.
De primero, sopa de sudor. El aceite virgen, esa gran incógnita, nos hace reconocer de buenas a primeras que cierto es: ha habido premeditación.

Va a ser imposible despegarse de la doctrina que se impone a través de lo idealizado. Y, siendo franco, dudo que sumergirse en otro pantano desconocido (de fondo aún más desconocido, si cabe) vaya a resolver la parte importante de esto.

Piensas, piensas ante la sopa de sudor y finalmente paseas la cuchara justo por debajo de la primera superficie, esa capa de grasa y de ti, ese tú suave como lo fuiste antes de darte cuenta de quién eras. La cuchara recorre el cuenco como una lancha conducida por imbéciles, llenándose hasta que su cuenca rebosa. Entonces es cuando te flotan los tratos hechos y las mentiras que creíste piadosas.

Tragamos antes de hablar, como es de ley. Y que me parta un rayo si no es cierta la mentira: labios que empiezan a bailar solos, como hacen los locos de pueblo en las esquinas de la verbena.